Su historia comenzó mucho antes de la llegada de los españoles. Sus tierras fueron pobladas por pueblos quimbayas, uno de los grupos indígenas más desarrollados de la región. Los mitos urbanos de la población aseguran que la zona que cobija de El Águila es, en esencia, una “mina” de oro y cerámica, o como lo llaman los expertos, una zona arqueológica de gran interés cultural y que sus lomas están plagadas de guacas indígenas, que esconden vasijas, collares, narigueras, y todo tipo de elementos ancestrales.
Tras las plagas, guerras y enfermedades que prosiguieron a la conquista española, sus tierras quedaron parcialmente despobladas. Para su repoblamiento habría que esperar, al menos, tres siglos, cuando llegó la colonización antioqueña y, con ella, el café.
Desde entonces, la vida del municipio gira alrededor del grano no solo en términos económicos, sino también culturales: El Águila se convirtió en un pueblo cafetero, en 1899 fue oficialmente fundado y en 1950 fue erigido como municipio.
Actualmente, la economía municipal se basa además de la caficultura, en los cultivos de plátano, tomate y caña panelera, y en la ganadería. El Águila concentra una alta demanda turística, y es que su nombre no es una casualidad: a sus 1800 metros sobre el nivel del mar, El Águila ofrece varios miradores como La Palma, el Parque Ecológico Cañaveral, La María, entre otros, en donde se aprecia una gran parte del departamento, y donde se puede realizar avistamiento de aves.
Cada mes de junio la alcaldía municipal ofrece una variada oferta de entretenimiento con las fiestas aniversarias y del campesino. Allí se reúnen los más de 11 mil habitantes para celebrar, bailar, cantar, y disfrutar de la oferta gastronómica y cultural de la celebración.
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