PCC

Cultura Cafetera - Culturas precolombinas

La región donde se ubica el PCCC, estuvo ocupada por grupos primitivos de cazadores recolectores desde hace aproximadamente 10.000 años. Hacia el 500 a.C. sus habitantes practicaban la agricultura y cerca del año 100 d.C., trabajaban el oro con técnicas sofisticadas.

Estos grupos estaban asentados en pequeñas de unidades que cultivaban de maíz, fríjol y batata. Desde esta época se usaba la guadua como una materia prima para las construcciones.

La llegada de los españoles, en el siglo XVI, condujo a la desaparición física y cultural de la mayoría de los grupos que habitaban la región. Las guerras, enfermedades y maltratos diezmaron rápidamente la población, mientras el régimen de encomiendas, la evangelización y la reubicación de los pueblos desintegraron su organización y transformaron su cultura.

A su arribo a la región, los conquistadores europeos encontraron una población numerosa con diferencias locales, en costumbres y lengua. El Quimbaya era uno de los grupos que habitaba esta región, pero, por tradición, todos los objetos arqueológicos encontrados en la zona han sido denominados con el nombre Quimbaya y se ha identificado a los Quimbayas como sus artífices, a pesar de que muchos de los objetos fueron producidos por otros grupos y en épocas distintas.

Las piezas hasta hoy recolectadas, revelan un manejo importante de los metales, la cerámica y los textiles, pero no se han podido establecer cuadros cronológicos precisos, entre otras razones, por la presencia continua de «guaquería» o práctica de saqueo de tumbas y sitios arqueológicos.

Las estructuras funerarias encontradas tienen forma de pozo, con cámara lateral o construcciones funerarias revestidas de lajas (tumbas de cancel).

Los orfebres del período Quimbaya elaboraron adornos corporales, objetos para el consumo de hojas de coca, instrumentos musicales y herramientas en oro. La mayor parte de las piezas fueron fabricadas para uso de los jefes de grupo, que luego se enterraban con ellos.

El color, olor, brillo y sonido de este codiciado metal fueron tomados como símbolo de la religión, el poder y la distinción, y su manejo impulsó la depuración de técnicas de vaciado, aleación, martillado, repujado y pulido, sobresalientes para la época.