Cuando Sebastián de Belalcázar y Jorge Robledo llegaron a la villa de los cerros, en la cordillera Occidental, encontraron a las tribus Guaqueramaes, Tapascos e Irras, que según sus crónicas –que juegan entre lo real y lo mítico-, cercaban sus poblados con guaduas coronadas con cráneos de sus enemigos. Allí los llamaron “Quinchías”. Al poco tiempo, las enfermedades mediterráneas y la belicosidad de los españoles disminuyeron notablemente las poblaciones de la zona, que perecieron o se vieron obligadas a desplazarse a las áreas donde los españoles los requerían. Muchos, nunca regresaron y los conquistadores controlaron y ordenaron, desde entonces y hasta la independencia, la población de las tierras Quinchías.

La historia de Quinchía se une a la del PCCC a comienzos del siglo XX, cuando llegó al distrito de Quinchía, bajo el gobierno de Cauca, la bonanza cafetera. La zona estratégica donde se ubica el municipio, y las promisorias laderas que la rodean, hicieron de él un lugar perfecto para que colonos llenaran sus faldas de cafetales. Allí, a sus tradicionales actividades mineras, se le sumó el café, que la llevó a ser un municipio próspero.