El Consejo Departamental de Patrimonio Cultural debería declarar como Bienes de Interés Cultural los paisajes del valle del río Cauca, los libros que hablan de ellos, como María y El Alférez Real, o la poesía de Ricardo Nieto o Carlos Villafañe, la música de la región si es que la hay; y su clima, uno de los mejores del mundo (V. Olgyay, Clima y Arquitectura en Colombia, 1968). Y para cerrar esta secuencia de clima, paisaje y tradiciones, la comida vallecaucana. Declaratorias que se sumarían a las de un puñado de casas de hacienda, estaciones del ferrocarril, edificios públicos, iglesias, capillas y cementerios, que ya lo son junto con la marimba y las ‘cantaoras’ del Pacífico (falta su comida), y lo que nos toca del Paisaje Cultural Cafetero ya considerado hace un tiempo Patrimonio de la Humanidad.
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